La objeción de la alienación

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La objeción de la alienación

La mayoría de nosotros tenemos una amplia gama de preocupaciones y motivaciones. Nos importan nuestros amigos y familiares. Nos esforzamos por tener éxito en nuestros estudios, carreras profesionales y proyectos personales. Nos dedicamos a nuestras aficiones, causas sociales o políticas, o animamos al equipo deportivo local. Y quizá tengamos algún deseo general de que el mundo en su conjunto sea un lugar mejor. Todas estas cosas nos parecen importantes.

Pero supongamos que el utilitarismo insistiera en que, de todas tus motivaciones, sólo el último deseo —de que el mundo sea imparcialmente mejor— es moralmente legítimo. Todo lo demás es una distracción inútil. Desde esta perspectiva, la inmensa mayoría de las preocupaciones humanas ordinarias se desestiman como impulsos egoístas que deben suprimirse o “gestionarse” de cualquier forma que sirva mejor al único objetivo moralmente legítimo de promover el bien imparcial.

Este punto de vista parece profundamente alienante. Imagina que intentas vivir tu vida de acuerdo con una teoría así, obligando a tus deseos rebeldes a ajustarse a esta estrecha concepción de la legitimidad moral. Visitas a tu amigo en el hospital y, cuando te expresa su gratitud por preocuparte por él, le respondes fríamente: “No te visito por interés personal. Simplemente he calculado que podría hacer más bien aquí tratando de animarte, puesto que el comedor popular hoy no necesita voluntarios.”1

Esas motivaciones impersonales amenazan con privar a nuestras relaciones interpersonales del calor humano que necesitan para florecer. Según los críticos, al subordinar todas las demás motivaciones a un único y abrumador deseo de lograr el “bien mayor”, las teorías impersonales como el utilitarismo exigen de los agentes “un pensamiento de más”,2 alienándonos de nuestros seres queridos, de nuestros proyectos personales y de cualquier otro bien que normalmente parece justificar que nos preocupemos por él de forma directa.

Consideraremos dos maneras en que los utilitaristas podrían responder a esta objeción de la alienación. La estrategia utilitarista sofisticada recomienda adoptar (o al menos tolerar) motivaciones distintas de las explícitamente utilitaristas. La estrategia de subsunción defiende que la preocupación directa por bienes o individuos concretos puede subsumirse en motivaciones directamente utilitaristas.

El utilitarismo sofisticado

Peter Railton introdujo la idea del consecuencialista sofisticado, es decir, una persona que está comprometida con una vida objetivamente consecuencialista, pero no está especialmente preocupada por pensar como un consecuencialista.3 Esta persona, en cambio, puede tener muchos intereses y preocupaciones personales, como el cuidado de sus seres queridos, que mantiene siempre que el resultado general sea el mejor. Como explica Railton, “aunque [el consecuencialista sofisticado] normalmente no hace lo que hace simplemente por hacer lo correcto, trataría de llevar un tipo de vida diferente si no pensara que la suya es moralmente defendible.”4

Es empíricamente difícil saber qué motivaciones maximizarían realmente el bienestar en tales o cuales circunstancias. Es poco probable que todas nuestras disposiciones por defecto pasen el examen desde la perspectiva de la evaluación global utilitarista, por lo que no podemos descartar por completo la posibilidad de vernos obligados a mejorar moralmente nuestras disposiciones. Pero también parece poco probable que sustraerse de las relaciones con los seres queridos (o de otras fuentes de realización personal) tenga buenos efectos sobre el bienestar global. Intentarlo conllevaría el riesgo de una depresión grave, que difícilmente favorece una vida moralmente satisfactoria y de alto impacto. Por esta razón, si damos un paso atrás y nos preguntamos qué tipo de vida deberíamos llevar, es probable que los utilitaristas aprueben la formación de amistades y otros vínculos especiales, porque nos ayudan a motivarnos para alcanzar nuestros otros objetivos, incluida la maximización del bienestar global (esta respuesta también se aplica a la objeción de las obligaciones especiales al utilitarismo).

Estos hechos sobre la psicología humana proporcionan a los utilitaristas razones de peso para resistir a las presiones que lo alejan de las fuentes de significado y valor personales. Si resultara contraproducente esforzarse por alcanzar la imparcialidad pura y privarse del afecto humano ordinario, entonces el utilitarismo ciertamente no recomendaría ningún curso de acción tan perjudicial. Incluso si fuera en algún sentido más “racional” o estuviera “objetivamente justificado”, los utilitaristas no valoran intrínsecamente la racionalidad o las actitudes justificadas; valoran el bienestar, y si el bienestar general se promueve mejor aceptando algunas de nuestras debilidades humanas, entonces, desde el punto de vista utilitarista, deberíamos aceptar esas debilidades.

Sin embargo, esta respuesta podría parecer insatisfactoria para algunos. Incluso si el utilitarismo puede apoyar las preocupaciones personales por su utilidad práctica, nos puede preocupar que ésta sea una razón equivocada para tal apoyo, o al menos insuficiente. No es sólo que visitar a un amigo en el hospital por tener una preocupación directa por él sea más útil que hacerlo para maximizar el bien general. La preocupación directa parece también intrínsecamente más apropiada.

Otra forma de poner de manifiesto esta inquietud es observar que el utilitarista sofisticado parece exhibir lo que Michael Stocker llama “esquizofrenia moral”,5 es decir, una preocupante desconexión entre las razones normativas (utilitaristas) que acepta en teoría y las razones motivadoras (personales) que lo mueven en la práctica.6 Como resultado, podría parecer que el utilitarismo sofisticado nos condena a hacer lo correcto por razones incorrectas, como alguien que salva a un niño de ahogarse solo por la esperanza de salir en el periódico. Pero, por supuesto, visitar a tu amigo por interés directo no parece en absoluto la “razón equivocada”. Más bien al contrario: la objeción de la alienación surge de la convicción de que ésta parece una razón mucho mejor para visitar al amigo que cualquier consideración que tenga que ver con la maximización del valor global. Pero si la preocupación directa es realmente la razón correcta para actuar, entonces nuestra teoría moral debería reflejarlo. Ayudar a las personas, y no sólo al “bienestar general”, debería ser reconocido como un objetivo moral intrínseco por nuestra teoría moral. Nuestra siguiente sección explora cómo el utilitarismo podría dar cabida a esta idea.

La estrategia de subsunción

Richard Yetter Chappell argumenta que los utilitaristas pueden aceptar muchas razones personales (para ayudar a individuos particulares) tal y como son, tanto en teoría como en la práctica, y evitar así la alienación y la esquizofrenia moral.7 La idea clave aquí es que el bienestar general sólo importa porque cada individuo particular importa.8 Así, aunque los utilitaristas pueden hablar, de forma abreviada, de querer promover el bienestar general, esto es sólo una forma de resumir una amplia gama de deseos específicos por el bienestar de cada individuo particular. Y aunque tenemos muchas razones para hacer lo que mejor promueva el bienestar general, las razones particulares que tenemos para actuar así provendrán de los individuos particulares cuyos intereses se protegen o promueven de este modo.

Así, podemos obtener el resultado deseado de que la razón moral correcta para visitar a un amigo en el hospital es que él se alegrará si lo visitamos. Si alguna acción alternativa promoviera mejor el bienestar general, entonces eso significaría que tendríamos razones morales más fuertes para ayudar a esas otras personas y no a él. Pero en ambos casos la motivación correcta puede ser una preocupación directa por las personas afectadas, en lugar de algo tan abstracto como el “bien general”.

Si tiene éxito, esta solución promete cortar de raíz la objeción de la alienación. Según este diagnóstico, la objeción de la alienación proviene de un error común: la idea de que el utilitarismo debe ser fundamentalmente impersonal en sus justificaciones y preocuparse por abstracciones (como el bienestar total) y no por individuos concretos. Si la preocupación por el bien general se construye a partir de la preocupación por cada individuo, y estos individuos tienen una importancia moral directa y fundamental, entonces no hay nada en la teoría que nos lleve a distanciarnos de ellos. La preocupación directa por los demás es precisamente lo que está racional y moralmente justificado, de acuerdo con esta concepción del utilitarismo. Sólo necesitamos recurrir a motivaciones morales impersonales cuando nuestras capacidades psicológicas para la preocupación directa se agotan, y no podemos dar a miles de millones de extraños el tipo de preocupación personalizada que —según esta interpretación del utilitarismo— realmente merecen.

Se podría objetar que nos preocupamos mucho más por las personas que conocemos que por extraños del otro lado del mundo. ¿Se deduce de ello que nuestro nivel de preocupación directa es excesivo? Suponiendo que lo que la moral exige realmente es una mayor imparcialidad, es interesante preguntarse si deberíamos “igualar hacia abajo” y preocuparnos menos por los que conocemos o “igualar hacia arriba” y preocuparnos más por los desconocidos. A menudo la gente se apresura a suponer que, desde el punto de vista utilitarista, nos preocupamos demasiado por quienes conocemos. Pero, ¿por qué pensar tal cosa? Somos mucho más conscientes de quienes conocemos. A los extraños, en cambio, tendemos a ignorarlos. Como norma general, deberíamos esperar apreciar más cabalmente el valor de aquellas cosas a las que prestamos más atención que a las que pasamos en gran medida por alto. Por tanto, deberíamos esperar que la cantidad de atención justificada universalmente se acerque más a la que actualmente dedicamos a quienes mejor conocemos.

Así pues, el utilitarismo parece capaz de reivindicar la preocupación directa por las personas.9 Pero este enfoque tiene sus limitaciones. Lo más plausible es que muchos otros intereses comunes (como los deportes y las aficiones) sólo tengan un valor instrumental. Y parece probable que una atención deliberada a este hecho conlleve el riesgo de alejar de su actividad favorita al aficionado, atleta o fanático del deporte.

¿Supone esto un problema? Puede ser un problema práctico, susceptible de ser abordado mediante el utilitarismo sofisticado (como se describe en la sección anterior): al igual que a los insomnes no les sirve de nada pensar en la importancia del sueño mientras pasan la noche en vela, la felicidad de un tenista puede estar mejor servida “dedicándose más al juego” de lo que podría parecer estrictamente justificado desde el punto de vista del universo.10 Los utilitaristas llevan mucho tiempo insistiendo en que una deliberación excesiva puede ser contraproducente,11 y recomiendan en su lugar un enfoque de la agencia y la toma de decisiones más estratégico, o multinivel.

Así que el problema práctico se puede resolver. Y no hay ningún problema teórico u objeción aquí, siempre y cuando podamos estar de acuerdo, tras reflexionar, en que nuestros vínculos con los deportes y las aficiones son diferentes a nuestros vínculos con otras personas. En concreto: no parece haber ningún error moral profundo en considerar que las aficiones tienen un valor meramente instrumental. En realidad, nuestras aficiones no tienen valor intrínseco en sí mismas, sino que son, a lo sumo, medios útiles para otros fines intrínsecamente valiosos, como la felicidad o la amistad.

Conclusión

Sería profundamente alienante para una teoría moral invalidar la abrumadora mayoría de nuestras motivaciones ordinarias, incluidas las motivaciones morales que se derivan de la preocupación directa por individuos particulares. Los utilitaristas pueden intentar evitar este problema mediante el utilitarismo sofisticado o mediante la estrategia de la subsunción. Cada enfoque tiene sus limitaciones. Pero combinando adecuadamente ambos —insistiendo en la subsunción de los bienes intrínsecos genuinos junto con un enfoque sofisticado aplicado a los bienes meramente instrumentales— los utilitaristas pueden ofrecer una respuesta completa a la objeción de la alienación.

(Nótese que este artículo aborda exclusivamente la preocupación de que el utilitarismo pueda parecer que invalide nuestras motivaciones ordinarias. Para la preocupación distinta de que anule con demasiada facilidad nuestros proyectos e intereses personales, véase la objeción de la exigencia.)


Cómo citar esta página

Chappell, R.Y. (2023). La objeción de la alienación. En R.Y. Chappell, D. Meissner, y W. MacAskill (eds.), Introducción al utilitarismo, <https://www.utilitarismo.net/objeciones/alienacion>, visitado .

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Recursos y Más información


  1. Este ejemplo está adaptado de 📃 Michael Stocker & (1976). The Schizophrenia of Modern Ethical Theories: Journal of Philosophy, 73(14). 453–466.p. 462. Por supuesto, si quisieras animar a tu amigo, te abstendrías de expresar en voz alta un pensamiento tan insensible. Pero parece bastante malo incluso pensar de ese modo. ↩︎

  2. 📖 Bernard Williams (1981). Persons, Character and Morality In Moral Luck: Philosophical Papers 1973–1980. (pp. 1–19) Cambridge University Press. p. 18.  ↩︎

  3. 📃 Peter Railton (1984). Alienation, Consequentialism, and the Demands of Morality Philosophy & Public Affairs, 13(2). 134–71.p. 153.  ↩︎

  4. 📃 Peter Railton (1984). Alienation, Consequentialism, and the Demands of Morality Philosophy & Public Affairs, 13(2). 134–71.p. 151.  ↩︎

  5. 📃 Michael Stocker & (1976). The Schizophrenia of Modern Ethical Theories: Journal of Philosophy, 73(14). 453–466. ↩︎

  6. Esto está relacionado con la distinción estándar del utilitarismo multinivel entre el criterio de corrección y el procedimiento de decisión, pero difiere sutilmente de esa distinción. Los utilitaristas multinivel señalan que las heurísticas (como respetar los derechos) podrían ayudarnos a alcanzar mejor los objetivos utilitaristas, pero se trata de un mero cambio de estrategia, no de un cambio en lo que quieren en última instancia. Los utilitaristas sofisticados van más allá, adoptando objetivos no utilitaristas o deseos intrínsecos cuando ello puede dar buenos resultados. Esto introduce una desconexión entre la teoría y la motivación que no se da necesariamente en el utilitarismo multinivel ordinario. ↩︎

  7. 📃 Richard Yetter Chappell (2020). The Right Wrong‐makers Philosophy and Phenomenological Research, 103(2). 426–440. ↩︎

  8. 📃 Richard Yetter Chappell (2015). Value Receptacles Noûs, 49(2). 322–332. ↩︎

  9. En términos más generales, la estrategia de subsunción puede extenderse a cualquier bien de bienestar que el utilitarista reconozca como de valor intrínseco. Dependiendo de su teoría del bienestar, esto podría incluir sólo la felicidad, sólo la satisfacción del deseo, o cualquier número de bienes supuestamente objetivos como la amistad, el conocimiento, etc. ↩︎

  10. 📃 Peter Railton (1984). Alienation, Consequentialism, and the Demands of Morality Philosophy & Public Affairs, 13(2). 134–71.p. 144. Obsérvese que Railton utiliza el ejemplo del tenista en un contexto diferente (y con un contraste de motivación diferente) a cómo lo empleamos aquí. ↩︎

  11. 📃 Philip Pettit & Geoffrey Brennan (1986). Restrictive Consequentialism Australasian Journal of Philosophy, 64(4). 438–455. ↩︎