Introducción
Según la moral de sentido común y muchas teorías no utilitaristas, hay ciertas restricciones morales que nunca se deben transgredir. Estas restricciones se expresan en reglas morales como “¡no mientas!” y “¡no mates!”, que son intuitivamente muy plausibles. Esto supone un problema para el utilitarismo. La razón es que el utilitarismo no sólo especifica cuáles son los mejores resultados —aquellos que tienen el mayor nivel de bienestar total—, sino que también nos ordena producir estos resultados.
A veces, producir el mejor resultado exige vulnerar restricciones morales que prohíben dañar a otros, es decir, vulnerar sus derechos. No hay garantía de que las normas morales de sentido común coincidan siempre con las mejores formas de actuar según el utilitarismo; a veces entran en conflicto. Un ejemplo de tal conflicto es el experimento mental del trasplante:1
Trasplante: imaginemos un escenario hipotético en el que hay cinco pacientes, cada uno de los cuales morirá pronto a menos que reciba un órgano de trasplante apropiado: un corazón, dos riñones, un hígado y pulmones. Un paciente sano, Chuck, acude al hospital para una revisión de rutina y el médico descubre que Chuck es un donante perfecto para los cinco pacientes. ¿Debe el médico matar a Chuck y utilizar sus órganos para salvar a los otros cinco?
A primera vista, parece que el utilitarismo tiene que responder a la pregunta con un “Sí, el médico debe matar a Chuck”. Es mejor que sobrevivan cinco personas a que sobreviva sólo una. Pero según la moral de sentido común y prácticamente cualquier otra teoría moral, la respuesta es “No, no mates a Chuck”. Matar a Chuck sería considerado monstruoso desde el punto de vista moral. El utilitarismo parece ser la rara excepción que afirma lo contrario. Esta aparente implicación se toma a menudo como un argumento en contra de que el utilitarismo sea la teoría moral correcta.
Los partidarios del utilitarismo podrían responder a esta objeción de cuatro maneras. Las examinaremos una por una.
Acomodar la intuición
Una primera respuesta utilitarista al experimento mental podría ser acomodar la intuición en contra de matar a Chuck mostrando que el utilitarismo no implica realmente que el médico deba matarlo para obtener sus órganos. Los críticos del utilitarismo suponen que el médico que mata a Chuck producirá mejores consecuencias. Pero esta suposición puede cuestionarse. Si las autoridades del hospital y el público en general se enteraran de este incidente, habría un gran escándalo. La gente tendría terror de ir al médico. En consecuencia, muchas más personas podrían morir, o sufrir graves problemas de salud, por no haber sido diagnosticadas o tratadas por sus médicos. Dado que matar a Chuck no es el mejor resultado, e incluso puede ser terrible, el utilitarismo no implica necesariamente que el médico deba matarlo.
Incluso si suponemos que se trata de una situación inusual en la que matar a Chuck realmente condujera al mejor resultado (sin más consecuencias imprevistas), es difícil imaginar cómo el médico podría estar tan seguro de ello. Teniendo en cuenta lo increíblemente perjudicial que sería lesionar la confianza pública en nuestras instituciones médicas (por no mencionar el daño para la reputación de la ética utilitarista en la sociedad en general),2 parecería inaceptablemente irresponsable, según el utilitarismo de expectativas, que el médico arriesgara un perjuicio semejante para toda la población a los efectos de salvar sólo un puñado de vidas. Sin duda, el utilitarismo puede condenar tal imprudencia, aun permitiendo que haya casos excepcionales en los que, por una casualidad impredecible, tal comportamiento imprudente podría resultar ser lo mejor.
Esta es una defensa generalizable del utilitarismo frente a una amplia gama de supuestos contraejemplos. Tales “contraejemplos” nos invitan a imaginar que una clase de acción típicamente desastrosa (como matar a una persona inocente) produce el mejor resultado en este caso particular. Pero el agente en el caso imaginado no suele tener buenas razones para descartar el riesgo típico de desastre. Así que sería inaceptablemente arriesgado para él realizar el acto típicamente desastroso.3 Maximizamos el valor esperado evitando tales riesgos.4 A todos los efectos prácticos, el utilitarismo recomienda que nos abstengamos de comportamientos que vulneren los derechos.
Desacreditar la intuición
Una segunda estrategia para tratar el caso del trasplante es desacreditar la intuición en contra de matar a Chuck mostrando que la intuición no es fiable. Un utilitarista podría argumentar que casi siempre está mal cometer un asesinato y que deberíamos cultivar fuertes disposiciones de carácter y normas sociales contra el asesinato. Por lo tanto, nuestra intuición en contra de matar a Chuck puede ser el resultado de haber adoptado una norma moral general en contra del asesinato. Aunque esta norma es correcta en la inmensa mayoría de los casos, puede fallar en aquellas circunstancias muy excepcionales en las que matar a alguien tendría las mejores consecuencias.
También nos puede preocupar que la intuición refleje una forma objetable de sesgo del statu quo. Por terrible que sea que Chuck muera prematuramente, si lo pensamos bien, ¿no es igualmente terrible que muera prematuramente uno de los cinco beneficiarios potenciales? ¿Por qué nos resulta tan fácil ignorar sus intereses en esta situación y qué podría justificar tal negligencia? Hay razones prácticas por las que instituir derechos contra ser asesinado puede ser más beneficioso que instituir derechos a favor de ser salvado, y el “código público” de moralidad recomendado por los utilitaristas puede reflejar esta realidad. Pero cuando consideramos un caso concreto, no hay ninguna razón obvia por la que un derecho deba ser más importante (y mucho menos cinco veces más importante) que el otro, como cuestión de principios. Así que prestar más atención a los intereses de los cinco que de otro modo morirían puede servir para debilitar nuestra intuición inicial de que lo más importante es simplemente que Chuck no muera.
Atacar las alternativas
Una tercera respuesta al caso del trasplante es atacar las alternativas disponibles al utilitarismo para mostrar que tienen implicaciones aún más contraintuitivas.
Todos los argumentos contra las restricciones deónticas estándar se vuelven relevantes en este punto. Por ejemplo, la objeción de la esperanza señala que un observador benevolente debería preferir que los cinco se salven, y es difícil ver cómo las reglas morales deónticas podrían importar más (o tener mayor autoridad normativa) que lo que nosotros —o cualquier observador imparcial benevolente— deberíamos esperar que se haga.
Como ya se ha señalado, la acusación de sesgo del statu quo parece especialmente apremiante en este contexto. Si recurriéramos al velo de la ignorancia y les preguntáramos a las seis personas si deberíamos matar a una de ellas para salvar a las otras cinco, todas dirían que sí. Después de todo, una probabilidad de supervivencia de 5/6 es mucho mejor que una de 1/6. Y es moralmente arbitrario que uno tenga órganos sanos y los otros cinco no. No hay ninguna razón moral para privilegiar este estado de cosas anterior por el mero hecho de que sea el statu quo. Sin embargo, precisamente en esto consiste conceder a uno el derecho a no ser asesinado y negar a los otros cinco el derecho a ser salvados. Se mantiene arbitrariamente la distribución de statu quo de la salud y el bienestar como algo moralmente privilegiado, sin importar que podamos mejorarla (como establece el mecanismo imparcial del velo de la ignorancia).
Podemos plantear otro desafío aumentando lo que hay en juego en nuestro experimento mental:
Trasplante revisado: Supongamos que los científicos pueden cultivar órganos humanos en el laboratorio, pero sólo mediante la realización de un procedimiento invasivo que mata al donante original. Este procedimiento puede crear hasta un millón de órganos nuevos. Como antes, nuestro médico puede matar a Chuck, pero esta vez su cuerpo salvará a un millón de personas. ¿Debería hacerlo?
Consideremos cómo reaccionarían dos agentes no utilitaristas al experimento revisado. El no utilitarista moderado dice que, a diferencia del caso original, la doctora debería matar a Chuck porque la restricción de no dañar debe ceder, puesto que lo hay en juego ya es suficiente importante. El no utilitarista absolutista, por otro lado, dice que el médico no debería matar a Chuck, ya que ningún beneficio puede compensar la injusticia de matarlo.
Una objeción al moderado es que su postura es incoherente. El razonamiento que subyace a la intuición de que el médico debe abstenerse de matar a Chuck en el primer experimento mental también debería prohibir que lo mate en el segundo. En ambos casos, se sacrifica a un inocente por un bien mayor. Otra objeción al moderado es que su postura es arbitraria. El moderado debe trazar una línea más allá de la cual las infracciones a las restricciones se vuelven permisibles: por ejemplo, cuando se beneficia al menos a un millón de personas. Pero, ¿por qué trazar la línea precisamente en ese punto, y no más arriba o más abajo? ¿Qué tiene de especial este número concreto, 1 000 000? Y la misma pregunta puede hacerse para cualquier número concreto de vidas salvadas. Las únicas posiciones no arbitrarias son la del absolutista, para quien no hay un número de vidas salvadas que justifique matar a Chuck, y la del utilitarista, que dice que matar a Chuck está justificado si los beneficios superan a los costos.
El problema con el absolutismo es que esta postura es aún más contraintuitiva que el utilitarismo. Si seguimos aumentando el número de vidas que podríamos salvar matando a Chuck —digamos, de un millón a mil millones, y así sucesivamente—, pronto se vuelve absurdo afirmar que sigue sin estar permitido. Esta postura parece aún más absurda cuando consideramos casos que implican incertidumbre. Por ejemplo, parece que el absolutista se compromete a decir que es inadmisible realizar el procedimiento médico a Chuck, aunque sólo tuviera una probabilidad muy pequeña de matarlo y estuviera garantizado que salvaría millones de vidas.
Tolerar la intuición
La respuesta final del partidario del utilitarismo es conceder que deberíamos —en esta situación hipotética— matar a Chuck a pesar de la intuición de que matar a Chuck es incorrecto. Es lamentable que la única forma de salvar a las otras cinco personas implique la muerte de Chuck. Sin embargo, la acción correcta puede ser matarlo, ya que permite a las otras cinco personas seguir viviendo, tener experiencias significativas y disfrutar de sus vidas tanto como Chuck habría disfrutado de la suya. La muerte de Chuck, aunque desafortunada, está estipulada por el experimento mental como necesaria para crear un mundo en el que haya tanto bienestar como sea posible.
Por supuesto, es importante subrayar que la vida real no viene con tales estipulaciones, por lo que en los casos de la vida real los utilitaristas optan abrumadoramente por “acomodar la intuición” y rechazan la suposición de que matar a personas inocentes conduce a mejores resultados.
Cómo citar esta página
Recursos y Más información
- Utilitarianism: A Very Short Introduction. Oxford: Oxford University Press. cap. 4: Objections. , sec. “Does utilitarianism tell us to act immorally?”. Katarzyna Lazari-Radek & Peter Singer (2017).
- Utilitarianism: A Guide for the Perplexed. London: Continuum. cap. 8: Is Utilitarianism too permissive?. Krister Bykvist (2010).
- Normative Ethics. Boulder, Colorado: Westview Press. cap. 3. Shelly Kagan (1998).
- The Limits of Morality. Oxford: Oxford University Press. Shelly Kagan (1989).
- The Moral Murderer. a (More) Effective Counterexample to Consequentialism Ratio, 25(3). 307–325. Eduardo Rivera-López (2012).
- Killing, Letting Die, and the Trolley Problem The monist, 59(2). 204–17. Judith Jarvis Thomson (1976).
- When Will a Consequentialist Push You in Front of a Trolley? Australasian Journal of Philosophy, 95(2). 299–316. Scott Woodcock (2017).
Adaptado de Killing, Letting Die, and the Trolley Problem The monist, 59(2). 204–17.p. 206. ↩︎
Judith Jarvis Thomson (1976).Este daño a la reputación está lejos de ser trivial. Cada individuo que se compromete a actuar conforme al utilitarismo (de forma competente) podría salvar muchas vidas en términos esperados. Así que hacer cosas que puedan disuadir a muchos miembros de la sociedad (a nivel de toda la población) de seguir una ética utilitarista ocasiona un riesgo de daño inmenso. Sobre los costos del daño instrumental para la reputación, véase
The Costs of Being Consequentialist: Social Inference From Instrumental Harm and Impartial Beneficence Journal of Experimental Social Psychology, 79. 200–16. ↩︎
Jim A. C. Everett et al. (2018).- The Moral Murderer. a (More) Effective Counterexample to Consequentialism Ratio, 25(3). 307–325.
Para una discusión crítica, véase Philosophy, et cetera. ↩︎
Richard Yetter Chappell (2012).
Eduardo Rivera-López
(2012).
Incluso si de alguna manera podemos estipular que la evidencia de primer orden del agente abona la creencia de que el asesinato es netamente positivo en su caso, también tenemos que tener en cuenta la evidencia de orden superior de que la mayoría de las personas que hacen tales juicios están equivocadas. Dado el riesgo de error de cálculo y los perjuicios mucho mayores que podrían derivarse de infringir las normas sociales ampliamente aceptadas, el utilitarismo bien podría recomendar que los médicos adoptaran una disposición estrictamente contraria al asesinato, en lugar de estar abiertos a cometer asesinatos siempre que les parezca que es lo mejor. ↩︎